26.3.10

GENTE COMO CHICHE

A propósito de las provocaciones del periodista de Radio Mitre y Canal 13, Samuel Gelbrundg, en relación a un nuevo aniversario de la última dictadura militar y la desaparición de Julio López, compartimos esta nota de Pablo Llonto publicada en Revista 2010 Nº 23. Por si quedan dudas del accionar de este heraldo de la represión militar.




Por Pablo Llonto


No deja de ser curioso que la radio del multimedio Clarín haya tenido tan mal gusto a la hora de elegir el reemplazante de Daddy Brieva.Y miren que había, para seleccionar, personajes hediondos en nuestra fauna porcina de la radiodifusión…

Sin embargo, la reciente inclinación por don Chicho (perdón, don Chiche), obviando cualquier cuestión escatológica, no debe sorprender en un Grupo periodístico que, desde los tiempos del boicot de los patrones del campo, ha doblado a mano derecha, como Videla manda.


¿Quién otro que Chiche, entonces, para acompañar la doble moral (versión siglo XXI) de importantes sectores de la clase media argentina seguidores de Mitre? ¿Hay otro mejor que Chiche para conducir la mañana de una radio que cree que Kirchner es Mao y que vivimos en un país necesitado de mano dura?

Nadie como Chiche para elevar aún más la mediocridad de un medio de comunicación.

Si hay quienes creen que lo de Chiche es amarillismo, están equivocados. Chiche nunca fue amarillo. Fue gris, fue verde oliva, fue caqui.

Fue tratante de genocidas, director de la revista Gente en la dictadura, demoledor del idioma, despiadado oportunista y su más importante servicio cultural a los argentinos ocurrió en los primeros años de la recuperada democracia cuando decidió restringir sus apariciones, escribir poco y hablar menos.


Alumno preferido de la familia Vigil, se adueñó de la conducción de la revista Gente en marzo de 1976 para iniciar allí la más vergonzosa etapa del semanario más vendido (utilice señor lector todas las acepciones de la palabra vendido) de la Argentina.

Denunció como “prédica subversiva y marxista” los libros de Historia Moderna y Contemporánea de Editorial Stella porque contenían frases que se preocupaba en resaltar: “uno de los aspectos más oscuros de la auténtica imagen del mundo, hoy escamoteado y disimulado por los grupos dominantes, es la existencia de manchones demográficos de poblaciones hambrientas…el hambre es la expresión más típica de la miseria que reina en nuestro mundo”. (Gente, abril de 1978)

Se molestó cuando Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz por sus denuncias contra la dictadura y las violaciones a los Derechos Humanos : “Esquivo, hábil, firme en su convicción de no apartarse de sus esquemas, de sus frases, de sus muletillas, Pérez Esquivel se refugia en los Evangelios y en su condición de cristiano amante de la no violencia para responder toda pregunta molesta. De cualquier manera la ilusión ha muerto. El premio instituido por el inventor de la dinamita ha perdido su prestigio. Su aura casi sagrada. Su altísimo nivel. Ya no nos sirve como incentivo, como estímulo para imitar a los mejores. A los grandes. El premio ya tiene sombras. Ya no es insospechado…” (Gente, noviembre de 1980).


Y, personalmente, actuó como soplón durante su viaje a Europa, en mayo de 1978, semanas antes del Mundial, cuando escribió: “ Por primera vez un periodista argentino entra en las usinas europeas desde donde se intenta destruir la imagen del país”. Samuel Gelblung había entrevistado a Marek Halter del Comité de Organización del Boicot a la Copa del Mundo, quien denunciaba a la dictadura por los centros clandestinos, los desaparecidos y los vuelos de la muerte, y en pocas líneas lo calificaba: “Protestador profesional internacional. El terrorismo abrió un frente externo. Y esto que aquí investigamos es sólo una de las expresiones. Pero el país no está desarmado para hacerle frente. Debe contrarrestar con la verdad, su arma más poderosa, esa campaña”. (Gente, mayo 1978)


Éstas, y otras miles de igual contenido, han sido las contribuciones de Gelblung a la más bestial distorsión de la historia que se ha visto por aquí. En los centros de estudio, quienes encomiendan investigaciones sobre “la mentira y la prensa” no pueden saltear una recomendación: “vayan a las hemerotecas a revisar la colección de Gente 1976-1983”.


Luego de Atlántida, Chiche se incrustó en la revista La Semana o en Ámbito Financiero, en un intento por disimular su pasado. Allí hizo el ridículo con investigaciones mal escritas sobre la cantidad de ratas que caminaban por Buenos Aires o si los radicales tenían más amantes que los peronistas. Así fue que pensó que inventaba un estilo, hasta que alguien le advirtió que la ignorancia, las borracheras y los truchos ya existían cuando Mariano Moreno dirigía La Gazeta.


Un tipo que ha dicho “Yo tuve tantos problemas con los militares como con los Montoneros y el ERP. Durante el Proceso tomé una posición muy clara: entendía que había una guerra, y en esa guerra elegí el lugar en donde estaba, que era en contra de la guerrilla. Eso no significa que haya avalado los métodos de la represión. Yo soy responsable de todo lo que salió en Gente durante el Proceso, desde la primera línea hasta la última, nadie me dio instrucciones, nadie me dijo qué tenía que poner y que sacar” anda hoy, consolándose, con las tablas del rating, el lujo de los autos importados que maneja o las damas rubias que no se resisten a sus estúpidas entrevistas.

Pobre Chiche, no le ha dicho a su familia aquello que de él se dice entre sus pares.

Nadie como Gelblung hizo de la palabra periodista una vergüenza. O quizás sí, el recientemente fallecido conductor de Tiempo Nuevo.

En nuestro gremio, cuando alguien pretende insultar a un redactor sólo tiene que mencionar dos apellidos. El otro es Neustadt.

Pues bien, es hora de volver a los refranes y aconsejarle a nuestros vecinos que “la culpa no es del Chiche (perdón, debí decir del Chancho) sino de quien le da de comer”.

Y que así nos va.

Publicado por revista2010

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