¿No llega hasta aqui la protección a los animales?


Y ello no puede ser de cualquier manera, sino a garrotazos en la cabeza. Los agujeros de los balazos estropearían la valiosa piel, que se paga a precios astronómicos. Entre la orgía de sangre alguna foquita queda viva y preguntándose de dónde y por qué le caen los garrotazos.
Un negocio millonario, cruel y sangriento.





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